Descendí de la montaña
pues estaba solo.
Buscaba a la mujer perdida,
secuestrada en sí misma, enterrada.
Ulceré la tierra con mis manos
sin hallar su sombra ni su manto.
Nadé en el mar del misterio,
en la luz y la penumbra...
y no encontré nada,
todo quedó en el intento.
Regresé a la cima de mi mundo,
a la atalaya del tiempo.
Cual fue mi sorpresa.
vi a las mujeres volando,
suspendidas entre las nubes,
anidando en las estrellas.
Lancé mi voz al vacío,
pero no me oyeron.
Quise arrojarme a su encuentro,
mas no tenía alas.">