lunes, 9 de noviembre de 2015

El amante japonés.


Voy paseando sobre una alfombra de hojas, unas secas, otras tiernas, otras ni una cosa ni la otra y las dos cosas a la vez. Camino y pienso, y siento. Noto el aire fresco que me da en la cara. Se está levantando viento, parece que va a llover. Las hojas empiezan a revolotear a mi alrededor. Se mueven cada vez más rápido y alguna que otra sube a mis zapatos. Las piso y es cierto que unas cuantas crujen. Me paro a mirarlas. Si me fijo bien puedo leer lo que hay escrito en ellas, historias del pasado. Éstas son hojas nuevas, pero da igual, cada año se repiten y nos hacen rememorar aquello que ya pasó.Recojo una del suelo, la más bonita, todavía no está seca del todo, pero casi. La voy a poner entre las páginas del libro que me estoy leyendo ahora: "el amante japonés", me servirá de marcapáginas hasta que se seque y se rompa, y mientras tanto, cada vez que abra mi libro y vea la hoja, lo recordaré, a él, a ese amigo que me susurra al oído lo que quiero escuchar: palabras, frases, historias y sentimientos , a ese amigo que escribe para mí alguna que otra vez, a él, que me acompaña en las buenas y sobre todo en las malas. Me recordará las veces que está a mi lado sin estar y las que está estando, pero sobre todo me hará soñar, soñar y desear que llegue el día en el que una de esas hojas entre por mi ventana, me acaricie suavemente la cara y me susurre al oído lo mucho que me ama.
LR