sábado, 29 de septiembre de 2012

Sábado en otoño.


Sábado rutinario de otoño en un otoño especial.

Caminar, pensar, sentir la luz del día, la lluvia, el viento, algo, lo que sea.

Un café, un cigarrillo, una película y la música que suena en la noche: ¿bailamos?

¿Sientes mi respiración y el latido inquieto de mi corazón?

¿Para qué dormir si puedo soñar sin necesidad de cerrar los ojos?

¿Por qué el sábado es el día de la semana que más intensamente siento?

Me gustaría tener respuestas a estas preguntas, pero no es así, más bien necesito respuestas a mis dudas, aunque intuyo cuáles pueden ser.

¿Las conoces?

Gracias por esperarme.


Y por fin decides no marchar la primera del grupo y esperarme. Aminoras el paso y mi sombra se aproxima a tu lado para acompañarte y compartir contigo las sensaciones y las emociones del camino en este luminoso día de verano.

Atrás quedaron las nubes y las tormentas, la lluvia triste de primavera y el gris de nuestras tinieblas.

Yo te doy luz y tú me devuelves eléctricas ondas que magnetizan mi cuerpo. Caminamos juntos, charlamos. Y en algunos momentos, callados, escuchamos, en silencio, las voces que brotan de nuestras almas sin necesidad de articular palabra.

Gracias por esperarme.

Manteniendo el equilibrio


Caminas intentando mantener el equilibrio en los momentos más delicados: en aquellas situaciones conflictivas que la vida nos pone delante para medir fuerzas y tambalear nuestras convicciones. Como mujer valiente y soñadora dudas un momento, en ocasiones prolongado, pero te lanzas con decisión y fe dispuesta a superar los obstáculos. Yo voy detrás de ti certificando tus hazañas, atento siempre al rescate en caso de apuro, mientras aprendo a caminar siguiendo tu ritmo y hechizado por tu encanto.