Aquel niño que fui todavía merodea dentro de mí, a pesar de los años y de todo lo vivido desde entonces hasta aquí. Se nota en la mirada, en la calma y en el silencio, también en la soledad elegida y en tu felina compañía que no cesa desde el primer día que te conocí. En el fondo seguimos siendo unos niños que no tuvieron más remedio que crecer.
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