sábado, 28 de abril de 2012

Tu interior.


Nunca, hasta ahora, hemos estado tan cerca, tan juntos. Sólo nos separa un débil vidrio transparente que refleja mi intención de retratarte tal como eres: mostrando tu interior al público, sin ningún pudor. No quieres mostrar tu rostro, lo entiendo, respeto tu deseo y me centro en el centro de tu cuerpo, olvidándome de brazos y piernas que andan arrinconados en la trastienda para cuando llegue la ocasión: el cambio de temporada.

Te conozco desde el primer día que inauguraron esta tienda de ropa "íntima femenina". ¿Por qué la llaman íntima?, acaso la intimidad no es un estado psíquico en vez de físico. A fin de cuentas nuestros cuerpos están siempre expuestos, más o menos cubiertos o destapados, a las miradas de los demás.

Nuestro interior, aquello que pensamos, lo que sentimos, nuestros deseos, fobias, las frustraciones que nos acompañan y el resto de equipamiento que compone nuestra personalidad es lo que realmente ocultamos o compartimos, todo o parte, con quienes queremos compartirlo.

Y tu interior no es lo que vemos tras los cristales, ni ahora mismo en esta fotografía. Tu interior es el de una mujer inteligente, creativa, sentimental, fascinada por el mundo que día a día desfila delante de este escaparate situado en la calle más céntrica y comercial de la ciudad. Sé que tienes admiradores que vienen a verte varias veces al día, mirándote de reojo cuando se sienten observados, y directamente a los ojos, hechizados por tu mirada profunda y penetrante, en los momentos que la calle se encuentra vacía.

Tienes vida, una intensa vida interior. No eres una muñeca mona que vende cualquier prenda a precios elevados. Es tu trabajo que no has elegido, como casi todos nosotros, pero pones en él toda tu energía y complicidad para seducirnos: a nosotros y a ellas que desean parecerse a ti. Y transmites esa fuerza, esa vitalidad que nos confunde y hasta llega a enamorarnos. Así eres tú, así es tu interior.