lunes, 6 de febrero de 2012

Mi corazón depende de un hilo.


Un fino y delicado hilo de algodón sujeta a mi inquieto corazón cargado de gas noble. Metro y medio de hilo blanco oscilante: al antojo de tus vientos. Débil atadura que lo retiene impidiéndole escapar al espacio, ahí arriba, donde flotas a tu aire bajo la bóveda acristalada.

Pero tú naciste libre, sin ataduras. Aumentaron tu volumen con helio a presión cerrándole el paso mediante un sencillo nudo en el cuello, sin hebras ni anclajes.

No puedo esperar a que con el paso del tiempo te desinfles poco a poco y te arrugues, o explotes al contacto con un filo metálico. Te quiero así, como eres ahora: pletórica y encarnada, volátil y dispersa.

Presiento que una fría corriente de aire, o una amiga afilada navaja, dará rienda suelta a mis deseos liberándome de la férrea razón que me atenaza, por fin seré libre e iré a tu encuentro, ahí arriba.