Dejamos volar nuestra imaginación libremente, sin ataduras, sujetando únicamente nuestra razón, la poca que nos queda, con finos hilos de seda que nos impidan caer al vacío del ridículo.
Y nos arriesgamos, y arriesgamos el sentido común propio y el de quienes nos observan, con los pies en el suelo, esperando algún día nuestro aterrizaje forzoso.
Imaginamos lo que sentimos y, a veces, también sentimos lo que imaginamos: cuando obtenemos respuestas afirmativas que hacen posibles y reales nuestros sueños.
A punto de caer aspiramos tu cálido aire que nos eleva, otra vez, a lo más alto del cielo en busca de la inspiración que nos mantiene con vida.