lunes, 13 de agosto de 2012

Ayer.


Después de tantos años fiel a nuestra cita, ayer, a la misma hora de siempre, fui a verte y ya no estabas. Ocupé tu sillón vacío y sentí un gran vació en el corazón de mi alma. Tranquilas lágrimas, de mi nube triste, llovieron al instante perdiéndose en el río que baja de la vida.

Tal vez no fuimos justos el uno con el otro, tú en tu lucha esperanzada, aferrándote al día a día, y yo, con más tiempo y más prisa, dejando lo menos urgente para mañana.

Ahora yo ocupo tu sitio, en calma, esperando el día, ojalá lejano, de volver a verte.