Convidados de piedra y congelados
en ella quedaron desde hace siglos para contar, en el capitel de la octava
columna del claustro, una historia policromada que con el paso del tiempo
empalideció. Desde lo alto observan nuestro paso mientras, por educación y
respeto, demoran el comienzo del banquete de su última cena. Y nosotros,
todavía en carne viva, contemplamos en ellos la eternidad.