miércoles, 28 de enero de 2015

Historia de una ruta.

Es un camino largo y no siempre es fácil recorrerlo. A veces tienes más fuerzas y otras veces te sientes débil y no sabes si podrás alcanzar tu destino.
Durante el trayecto vas en silencio, pensando y sintiendo. Sientes una inmensa alegría pero también miedo, culpa por lo que vas dejando atrás, nervios… pero lo que más sientes es la emoción por llegar.
Y de repente, te encuentras ahí, en la cima. Has logrado subir, miras al mar y todo lo demás se desvanece. Ya estás donde querías estar.
Te quedas mirando su color azul y el verde de la hierba que hay en la cima. Disfrutas sintiendo, mirando a los ojos al mar, respirando aire puro, y sientes que el recorrido ha merecido la pena.
Te quedas ahí un tiempo hasta que llega la hora de bajar y recorrer el camino a la inversa.
Ha merecido la pena, el recuerdo del mar sigue en tu mente durante el camino de vuelta. Estás triste por dejar ese mar, pero alegre porque su mirada y su recuerdo van siempre contigo.
¿Y el mar? ¿Sentirá lo mismo que tú? El mar es tan inmenso y con tanta vida que nunca se sabe con certeza si para él es tan importante que tú hayas subido a la cima a verlo y si a él le quedará la sensación de vacío que te queda a ti al bajar.

LR


El mar, que es la mar, también siente y se expresa con grandes olas de emoción. Y cuando te ve marchar se calma y deja a las sirenas de la noche que ocupen tu lugar, cantando y bailando, para así no olvidarte jamás.