Yo te encontré y fuiste para mí
la solución de un problema inacabado.
Creía que no tenía solución y me
hiciste ver que podía tener varios resultados.
Tú me llamaste casualidad y yo te
llamé suerte.
Inevitablemente, un día
terminamos tumbados bajo la misma luz.
Desde entonces, vivir se
convirtió en millones de momentos sin orden lógico.
Tu mirada es más intensa a mi
lado y mis heridas duelen menos al tuyo.
Te sentí mío una vez, por un
instante, y ese día lloré en silencio.
Eres el que me ha hecho reír
infinidad de veces y por el que alguna noche he llorado.
Estar contigo se vuelve una
locura necesaria, tanto, que te has convertido en un mensaje que todos los días
espero encontrar.
LR