Antiguamente la ropa se lavaba en público. En el lavadero, las mujeres frotaban las manchas con jabón de losa mientras daban un repaso a sus vidas en una charla amena y reconfortante. Hoy cada uno lava su ropa en casa, con máquinas y detergentes de última generación, y esa terapia colectiva de antaño se ha perdido para siempre.