A mil ochocientos metros de
altura de miras, junto a la ermita de San Pablo y tocando el cielo, miro hacia
abajo, con intención de verte, pero sólo veo praderas, montes, rocas y pinos.
Sé que estás por ahí, tan perdida como todos, en tus menesteres, y sé que,
cuando baje, iré a buscarte para contarte todo lo que ahora, en este momento,
siento. ¿Será amor o será mal de altura?