Heridas que cicatrizan con el paso del tiempo,
ramas que un día vivieron entroncadas a nosotros
ahora habitan en nuestro recuerdo.
Grandes huellas circulares,
a modo de espejos,
reflejan el pasado.
Piel cuarteada protege nuestra esencia,
savia vieja circula, lentamente,
alimentando otras jóvenes ramas.
Brotes tiernos, de esperanza,
crecen buscando la luz
en lo alto de nuestra copa.
Es la vida que nos poda
para que sigamos creciendo, sin prisa,
enraizados a la tierra.