Santa de mi devoción es y en ella creo sin dudar. De altares y pedestales la bajo para que esté a mi altura, mientras rodeo con mis brazos su cintura. Sus manos encajan con las mías y sus labios se encaprichan con los míos. Es su mirada un faro que ilumina la mía, y su voz un canto de sirena en mitad de la noche. No habla mucho, prefiere escuchar, y me toca a mí narrar todo lo que quiere oír. Con una mano es capaz de hacer lo que yo hago con las dos, es tanta su habilidad que sorprende cuando la ves trabajar. A su lado el tiempo pasa sin darme cuenta y cuando se lo cuento me dice que a ella también le pasa. Es de carne y hueso por fuera y muy sentida por dentro. Su mente es privilegiada, piensa, luego insiste, y escribe todo lo que pasa por su cabeza. Tiene mano de artista para todo lo que pinta. Santa es de mi devoción y con ella nunca dudo, salvo cuando le canto alguna canción.