Las aves, sin duda, pueden volar, de forma natural, con destino a la Luna. No necesitan sofisticadas naves repletas de tecnología, ni enormes depósitos cargados de combustible. Tan sólo con sus delicadas alas, de plumas aerodinámicas, el alimento que alberga su buche, el GPS, y el radar, que de nacimiento les acompaña, son capaces de volar, y de llegar, a cualquier destino, incluso a la Luna.
También nosotros, con nuestra imaginación, recorremos la distancia que nos separa de nuestro blanco satélite y alucinamos, perdón, alunizamos en su superficie, dispuestos a pasear, ligeros de peso, nuestros pesados cuerpos y contemplar, ahí abajo, un planeta tan azul y tan oscuro como su futuro, nuestro futuro. ¿Vuelas?