viernes, 1 de julio de 2011

Monotonía.


Los años pasan: uno tras de otro, acumulándose en la mochila que cargamos a la espalda, repleta de experiencias y amistades, anclándonos un poco más a la tierra manchega, al mar de dudas y al aire gallego de la vida.
Con los años vividos y las historias que nos tocaron representar, incluso sin ser elegidas, escribimos el relato de nuestro camino a través de las dificultades y las oportunidades que conseguimos superar, gozar y a veces desperdiciar.
Somos monótonos y recurrentes. Nuestro discurso nace y se oculta, constantemente, contando la misma historia: nuestra historia, que es una historia tan vulgar y poco original como el canto del autillo en una noche de verano. Mas nuestra naturaleza desmañada nos impide abandonar este círculo nada vicioso del narrar la realidad ficcionada.
Los años pasan y vuelven a pasar, de nuevo, esperando detenerse en algún momento indefinido, como ruleta del casino de la vida: en rojo sangre o negro fúnebre, en la casilla numerada de nuestro final definitivo.
Habrá concluido la partida y nuestro relato pero continuaremos girando, lenta y monótonamente, en la memoria del tiempo que alberga a los espíritus de mochila despojados.