domingo, 26 de febrero de 2012

Asomándonos al espejo.


Cuando nos asomamos desnudos al espejo y miramos fijamente a los ojos, intentando reconocer al propietario de la imagen reflejada, somos conscientes de que el tiempo ha obrado el milagro de la transmutación: cambiándonos por fuera lo que creíamos permanecía estático: nuestra esencia.

Porque el espejo refleja el presente, lo que ahora somos, y todo lo que se encuentra detrás de nosotros: nuestras vivencias y las huellas dulces y amargas de quienes nos acompañaron hasta aquí: el pasado. Jamás nos muestra el devenir, aquello que acaecerá en los próximos momentos, aunque ya sabemos, por descontado, cual será nuestro final: la oscuridad y la extinción de la imagen.

Debemos mirar siempre hacia adelante, con ilusión, a través del vidrio de la realidad, con imaginación y con esperanza, pero sin olvidar de donde venimos y quienes fueron nuestros compañeros de viaje, mirando de reojo al espejo, al retrovisor de nuestro tiempo.