Discurre la noche como una noche
más, en la oscuridad y el silencio de mi habitación. Tan sólo un recuerdo gira
en mi mente dando vueltas sin parar. Es tu recuerdo que se hace presente cuando
menos lo espero y ocupa todo el espacio de mi nocturno universo. Ahí estás tú,
callada y sonriente, mirándome de reojo en el espejo e invitándome a soñar.
Pero no, no puedo soñar desde aquella noche que te fuiste llevando contigo
todos mis sueños, nuestros sueños. Han atrasado la hora, una sola hora. Si
hubiesen sido trescientas doce horas habríamos vuelto a nuestra última noche y
podría haber evitado tu huida pidiéndote perdón y diciéndote lo mucho que te
quería. Ahora son las dos y sigues dando vueltas, sin vuelta atrás.