Las viviendas se transformaron en
celdas y sus moradores, presos temporalmente y con movilidad restringida,
escapaban del confinamiento a través de sus celulares. Ahí, en el ciberespacio,
se sentían libres y daban rienda suelta a sus fantasías para revivir todo
aquello que no les permitía la autoridad. Sin ir más lejos, entraban en
contacto con aquel amor prohibido y se teletransportaban a los escenarios de
pasadas aventuras en lugares comunes, pero mágicos a los ojos de dos
enamorados.