Como buen cazador que huele a su
presa, el fotógrafo camina con la cámara dispuesta a cobrarse una nueva pieza.
Puede aparecer en cualquier momento, delante de ti, al doblar la esquina o en
la acera de enfrente. Lo que es seguro es que esa foto anda suelta y que, tarde
o temprano, se cruzará en tu camino.