Por fin encontré un suelo limpio, un espacio enmoquetado en
medio de la Feria desbordada. Un suelo que no paraba de girar y dar vueltas
bajo mis pies al ritmo de una música de baile desbocado. Quise agarrarme al
mojito que descansaba en la barra, para sentirme más seguro, pero no llegué a
tiempo y caí en brazos de una manchega en minifalda. Y entre rayas de colores,
piernas y sombreros de paja, perdí el poco conocimiento que me quedaba. Ahora
viajo en ambulancia, con sirenas que aúllan y bajo la atenta mirada de una
enfermera aplicada, camino de otra aventura asegurada.