Desde aquí arriba os veo, os
miro, observo vuestro comportamiento y sé que no todos llegaréis a ser santos,
o santas, sólo Dios y el Papa saben. Hay algo en vosotros que me llama
poderosamente la atención y es que, a pesar de estar muy vivos, evitáis hablar
de algo tan inevitable como la muerte.