No hay disculpas que curen
totalmente las heridas de una ofensa ni bálsamo mágico que borre para siempre
el rastro de un desplante. No obstante conviene, si sentimos arrepentimiento,
ofrecer nuestras disculpas y solicitar el perdón de la otra parte. Tal vez así
logremos reconstruir una amistad rota o recomponer un amor herido de muerte.