domingo, 5 de junio de 2011

Mi cumpleaños feliz.


Nací en primavera del pasado siglo XX, una noche frontera del jueves cinco de junio, día del Corpus Christi, al viernes seis. Por este motivo, nacer el día del Corpus, parece que tengo “gracia”, aunque lo gracioso es no tener claro si nací el cinco o el seis.
Quizás comencé a nacer de cabeza el cinco y una vez visto el terreno circundante, que no creo que fuera muy alentador, decidí nacer el resto de mi cuerpo el seis. Eso sí, creo recordar que no lloré ni grite pues no eran horas apropiadas para molestar al resto de futuras madres y a los ya nacidos. Desde ese preciso instante de mi nacimiento creo que continúo manteniendo la discreción intentando pasar desapercibido en este ruidoso mundo de gente que grita.
Por tanto mi nacimiento comienza con incertidumbres y dudas. Dudas e incertidumbres que han ido guiando mi vida y adueñándose de mi destino. Dudas a la hora de escoger un camino, de fijar un objetivo, de orientar mis pasos en la dirección correcta: ¿hacia dónde? Incertidumbre a lo que viene, desconfianza del cambio, de la evolución de mi vida hacia otro yo distinto, diferente, e igual de escéptico ante el panorama que veo llegar del futuro al presente inmediato. Porque tan sólo el pasado refleja y constata sobradamente la guía de viaje que cada cual ha organizado en esta travesía circular con inicio y final en el kilómetro cero de nuestras vidas.
Cumplo años y no lo celebro, como tampoco celebro cada segundo de mi vida. No me gusta celebrar casi nada y menos aquello que obtengo por el simple hecho de ver pasar el tiempo, de contemplar como se arruga mi piel y de llenar mi memoria de recuerdos.
Celebro, sin embargo, la amistad, el amor, la solidaridad, el atrevimiento, el no aceptar las verdades absolutas, la rebeldía y en general todas las acciones osadas de las personas que caminan a mi lado intentando estirar y ensanchar de contenido el tiempo para retrasar el retorno a la Puerta del Sol de sus vidas. Celebro también el vuelo de las mariposas de primavera que con su aleteo produce los efectos anhelados en los corazones de quienes las contemplamos.
No me felicito por llegar, una vez más, a mi cumpleaños, pero si os felicito a todas vosotras y vosotros por el cariño que detecto en vuestras miradas y la magia que desplegáis a mi lado.
Felicidades.