Sentada en la cama y envuelta en
el albornoz, tras la ducha, secaba su melena con una toalla enrollada en la
cabeza. En un momento de inspiración cogió el móvil y apuntó la cámara hacia el
espejo del armario que tenía enfrente. Al instante sintió aflojarse el cinturón
de algodón que rodeaba su cintura y escuchó el clic de la foto recién
disparada. Buscó en la galería y encontró, con sorpresa, la imagen propia que
jamás habría imaginado. Yo la recibí en unos segundos por Whats App y no pude
resistirme a su belleza.