Llega tu liviano cuerpo, aún caliente, que deposito con delicadeza en la mesa metálica.
Mujer de tez blanca y edad indeterminada: entre cuarenta y cincuenta años.
Metro sesenta y cinco y cincuenta y cuatro kilos de peso.
Cabello rubio lacio en varias tonalidades.
Descalzo los pies de sandalias claras con medio tacón.
Corto, de abajo arriba, con tijeras sin punta, para no herir tu cuerpo inerte, el vestido verde vaporoso que te envuelve.
No hay ropa interior cubriendo la zona íntima superficial, tal vez el calor y tu arrojo no la necesitaron.
Señales evidentes de actividad sexual reciente.
Cuerpo bronceado por los últimos rayos de verano que termina apagado, como tu vida.
No observo ninguna marca ni síntoma de golpes fortuitos o intencionados.
Tu cara, relajada y feliz, tampoco denota angustia ni terror en los últimos momentos.
Tan sólo encuentro un pequeño corte, de origen doméstico, en el dedo índice de la mano izquierda y rosadas rozaduras en ambos talones fruto, sin duda, de coquetería femenina.
Tomo el bisturí dispuesto a explorar el interior de tus entrañas. Acaricio tu piel con el filo metálico que abre una rendija a la luz y a mi vista que indaga en tu pasado.
Órganos del digestivo en perfecto estado, restos de marisco y olor a vino blanco afrutado.
Pulmones limpios de tabaco y otras drogas.
Arterias y venas libres de depósitos grasos denotan actividad física regular.
Dirijo mi mano, mis ojos y mi afilado lápiz a tu pecho buscando el corazón. Apariencia normal, ligeras manchas banales y una pequeña herida sentimental abierta que debió sangrar lenta y tristemente pero sin afectar a las funciones intelectuales básicas.
Me acerco a la cabeza recorriendo tu delicado cuello sin huellas de estrangulamiento.
Retiro las gafas que dejé puestas por si te interesaba observar mis movimientos. Ojos azul claro, como de sirena, y cristalino transparente. Boca entreabierta que desprende, todavía, el primaveral aroma de ribeiro, sin síntomas de atragantamiento.
No exploraré tu cerebro pues los misterios que alberga son inescrutables para cualquier hombre.
Contemplo, sorprendido, una nubecilla argéntea que, partiendo de tu corazón, se eleva suavemente sobre nuestros cuerpos y escapa por la ventana abierta atraída por la brisa salada de la tarde, sin rumbo conocido.
Será tu alma que regresa al mar azul de tus sueños en busca de otra oportunidad, en otro mundo, en otro cuerpo, en otra vida.
Hora aproximada del óbito: 18,30.
Causa: sin determinar, posible colapso multiorgásmico.
Retiran tu cuerpo destino a la incineración.
Ya no queda nada de ti: nada; tan sólo el recuerdo: tu recuerdo.