martes, 8 de febrero de 2011

Todo cuanto lees nos conmueve.


Cuando escribimos, cuando expresamos y cuando abrimos nuestros corazones intentamos transmitir las vivencias que nos tocaron vivir y conformaron lo que fuimos en el pasado desembocando en el presente que ahora somos. Acontecimientos personales con gran carga emocional que marcaron para siempre nuestra piel y nuestra alma con cicatrices que son más visibles y profundas con el paso del tiempo.
Para contar estas pequeñas historias, irrelevantes para la Humanidad, pero importantes para nosotros que las vivimos en primera persona o fuimos testigos directos de situaciones que afectaron a seres queridos e impactaron en nuestras conciencias, empleamos el lenguaje de los sentimientos que lo conforma un rico y variado vocabulario de emociones escritas, casi siempre con mayúsculas, y un número ilimitado de expresiones unas veces alegres y resplandecientes y otras, por desgracia la mayoría, tristes y angustiadas.
Cuando cargamos las estilográficas con la tinta roja que circula por nuestras venas y ponemos rojo sobre blanco lo que sentimos, queda marcado el cuaderno para siempre con la historia y el presente de nuestras vidas, y ni las lágrimas salinas, amargas, dulces o ácidas, que en alguna ocasión resbalan y caen en nuestros escritos, son capaces de disolver la angustia o la dicha que en castellano glosamos.
Por tanto, si lo que escribimos, lo que expresamos y lo que intentamos transmitir te conmueve, debes saber, amiga y amigo lector, que también a nosotros nos conmueve. Y nos reconforta saber que te emocionas, que lloras y que ríes con nosotros, porque la tragedia y la comedia son las dos caras de una moneda que es la vida, moneda con la que pagamos caro el hecho de haber nacido.
Y como la Poesía es la forma más sutil y contundente de esparcir fuera de nosotros el alma que nos quema optamos, casi siempre, como ha decidido Caballero Bonald, por abandonarnos en sus brazos para que sea ella la que hable por nosotros. Y cuando se trata de relatar algún acontecimiento, aparentemente insustancial, surge siempre la visión poética que lo transforma, como ahora, en acontecimiento que trasciende lo puramente formal para elevarlo a la altura de nuestras ilusiones, siempre por encima de la realidad pero por debajo de nuestros sueños que esperamos sean los tuyos.