Viajo, a través de mi memoria reciente, intentando no sobrepasar los límites de velocidad que marca el sentido común y aconsejan los paneles informativos. Pero cuando llego a un túnel reduzco bruscamente la marcha, enciendo las luces y me instalo en el carril derecho para dar tiempo a que mis ojos se adapten a la oscuridad. Y es entonces cuando llegan, de frente, las imágenes de los grandes momentos vividos, a modo de película autobiográfica, kilómetros atrás. De repente llega de nuevo la luz de la salida y con ella se desvanecen los recuerdos que viajan en el asiento de al lado.