Segura de sí misma, pero con las dudas propias y alguna ajena, el agua del río, de nuestro río, va camino del mar. No hay mejor desembocadura, una vez cruzado valles y regado huertas, que ensanchar horizontes y mezclarte con aguas saladas. Allí estaré junto a la orilla, guardando el mar, para recibirte y verte llegar.