Una alambrada de acero de espino
nos separa: tú dentro y yo fuera. Si fuera posible saltar esta
infame muralla y estrechar nuestras manos, o abrazar nuestros cuerpos, en
tiempo de paz, habría dado sus frutos el esfuerzo de llegar hasta aquí para encontrarte.
Pero no hay paz si no cesa la guerra. Una guerra de apasionadas escaramuzas que
nos mantiene alerta y en guardia para evitar que la ronda de la guardia nos
sorprenda.