Aprendí a volar por instinto, sin
necesidad de orientarme con ningún faro. Cada vez que arribo a puertos ajenos
unos ojos, desconocidos, me deslumbran. Intento escapar de ellos pero, inevitablemente, siempre caigo en sus
redes. Me retienen por un tiempo, indeterminado, hasta que consigo volver a
volar de nuevo.