No sé nada, ni nada sé hacer. Reconozco mi inutilidad para cualquier tarea, física o mental. Asumo que soy un cero a la izquierda y un "menos uno" a la derecha, es decir, que no valgo absolutamente para nada. No obstante, he de decir, muy a mi pesar, que la gente, no sé qué habrá visto en mí, me valora y quiere estar a mi lado y disfrutar de mi amistad. Es algo asombroso, a lo que no doy crédito, ni rédito.