Un banco vacío, un paisaje, una tarde, tu compañía, mi compañía: ¿Nos sentamos?
No es necesario hablar, que hablemos; nos basta mirar, que miremos, aquello que tenemos delante y a quién está a nuestro lado, en silencio.
Tampoco pensamos, ¿para qué pensar?; ni soñamos, todavía es pronto; ni reímos, y tampoco lloramos.
Pero sentimos. Sentimos la calma, el viento que vuela tranquilo, el aroma de azahar, el sonido del agua en una fuente cercana y nuestras respiraciones: lentas y acompasadas.
Sentimos paz, armonía, la suavidad de las nubes y los colores que pintan el cielo.
Al final, después de vivir esas sensaciones, tuvimos que levantarnos y regresar a la rutina, al ajetreo de la vida. Pero queda el recuerdo, y la fotografía, para despertar la memoria y sentarnos de nuevo: ¿Nos sentamos?