Con las maletas vacías, y sin
despedirse, hacían cola, Andrés y José Luis, a las puertas del cielo. Abajo, un
ejército sanitario, sobrepasado y desprotegido, luchaba contra el invisible
enemigo. Con nocturnidad y alevosía, en el Congreso de los Disputados, los
políticos volvían a lanzarse acusaciones y reproches. El resto de la
ciudadanía, encerrada en su casa, daba ejemplo de civismo y confiaba superar,
algún día, esta pesadilla.