Es su mirada, el paraíso. Sus manos, un mar de sensaciones. Su sonrisa, el preludio de una risa loca. Su piel, la suavidad de un viento cálido. Su voz, el canto de una sirena encantada. Su caminar, el elegante movimiento de una diosa. Su presencia, la ausencia de lo que es innecesario. Así es, aunque no lo parezca y pase, salvo a mis cinco sentidos, desapercibida.