Somos miopes y, por tanto, necesitamos corregir nuestro defecto visual para ver con nitidez aquello que nos rodea. Pero, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión, preferimos montar en las gafas lentes de inferior graduación a la necesitada. El motivo: al no ver con total nitidez completamos, por medio de nuestra imaginación, los detalles que no percibimos claramente de las personas admiradas. Actuando así somos conscientes de que estamos desechando objetividad, pero no pretendemos ser objetivos, necesitamos ver el mundo con nuestra propia subjetividad: mental, emocional y visual.
También el objetivo de nuestra cámara FinePix nos ofrece, en las fotografías que capta, una visión subjetiva del objeto, paisaje o persona retratada. Tanto es así que en múltiples ocasiones nos sorprendemos gratamente al visualizar las fotografías que hemos disparado con determinada intención, o intuición ignorada. El asombroso resultado y el mérito de las impactantes imágenes robadas se lo debemos enteramente a ella.
No buscamos el equilibrio: objetivo/subjetivo, pero encontramos siempre un desequilibrio: subjetivo/objetivo. Y en esa inestabilidad permanente nos sentimos como funámbulos cruzando el cable de acero que separa nuestro origen con el final inevitable, sobrevolando el abismo aferrados a la alargada pértiga que equilibra nuestros pasos en la vida.