Soñando somos verdaderamente libres. Libres para vivir otra realidad diferente, más auténtica, más nuestra, sin miedo a las consecuencias y repercusiones de nuestros actos.
Soñando tenemos la capacidad de vivir lo que el inconsciente y el instinto quieren o necesitan, incluso morimos soñando y regresamos, resucitando para la vida real y para otros futuros sueños.
Los sueños nos pertenecen, somos sus dueños, nadie puede interferir en ellos salvo que hayan sido invitados o se presenten inesperadamente permitiéndoles soñar junto a nosotros.
Los sueños son fenómenos de realidad aumentada. Añadimos información, entornos físicos y sentimentales, personas, situaciones y otros componentes virtuales a nuestra historia para crear una realidad mixta en tiempo real, sin necesidad de ningún dispositivo tecnológico externo.
En nuestros sueños no hay censura, ni lógica, ni normas, aprovechamos que la conciencia anda dormida para dar rienda suelta a la imaginación, a los deseos y a los sentimientos, verdaderos motores de nuestras vidas. Despertamos para alimentar aquella otra realidad que nos permita seguir soñando.
La pasada noche he soñado, soñado contigo. Regresabas a la cafetería a media mañana porque habías olvidado algo debajo de la mesa. No eran los paraguas que ya antes, al comienzo del sueño, marcharon contigo dispuesta a cumplir con tu obligación de madre. Mis contertulios, conocidos tuyos, han buscado sin encontrar nada. Yo, en cambio, he encontrado los auriculares de tu teléfono y te los he entregado. No recuerdo nada más, salvo el roce de nuestras manos. Ahora, ya despierto, sueño el chispazo en las manos fruto de la electricidad estática que generan nuestros cuerpos magnetizados y añado, al sueño, la canción que suena por "arte de magia", de tu magia, en los auriculares desconectados: