Tiene, cualquier antigua bodega,
un aire húmedo y silencioso que recuerda el ambiente de misterio y recogimiento
de cualquier iglesia románica. Una luz oscura, aromas de madera bañada en vino,
orden, limpieza y mucha paz, nos transportan al interior de nosotros mismos.
Luego vendrá la cata para sentirnos divinamente humanos.