Por fin he descubierto el origen
de los vientos que soplan en La Mancha: Gigantes y potentes ventiladores, por
aquí les llaman molinetas, instalados en lomas, cerros, colinas y sierras. Lo
que no he descubierto, todavía, es para qué necesitamos tanto viento: ¿Para
secar la ropa e impulsar nuestros veleros o para volvernos todos locos?