El paso del tiempo, el desgaste
natural, la corrosión y habitar en un ambiente muy húmedo, pueden acabar con
todo y dejar al descubierto un cuadro que muestre las capas de pinturas que
vistieron nuestro casco mezcladas con el óxido presente. Nuestros corazones
también sufren esas inclemencias internas y externas necesitando,
periódicamente, ser recompuestos en condescendientes astilleros.