viernes, 21 de septiembre de 2012

En el hipódromo.

Siento tu energía, de yegua pura sangre, encerrada en el cajón de salida de este hipódromo que habitamos.

Yo cuido de ti, cepillo tu cuerpo y peino tu  hermosa melena. Alimento tu espíritu pero no quiero llevar las riendas de tu vida. Por eso hoy, en la carrera más importante del circuito, corres tú sola, sin silla, sin handicap y sin jinete que te monte, libre de cargas.

Esperas inquieta, atenta para escuchar el pistoletazo de salida, que se abran las puertas y lanzarte a correr desesperadamente.  Sé, porque te conozco bien, que al doblar la primera curva ya estarás a la cabeza del grupo; que romperás la rutina y las normas establecidas; que saltarás el seto que te separa de tu mundo y huirás al monte para continuar tus aventuras subiendo y bajando montañas.


Yo dejaré mi oficio de entrenador de caballos e iré a tu encuentro, a mi ritmo, para sentir a tu lado la libertad de la naturaleza y el cariño que nos une. ¡Corre, adelante!