Cerramos los ojos para soñar con aquellos momentos
que no pudieron ser o no quisimos que fueran. Cerramos los ojos y damos la
espalda al paisaje de almas repletas de deseos dormidos. No, no queremos mirar
hacia atrás ni tampoco al horizonte que tenemos delante, tan sólo miramos al
cielo que ahora nos protege.