Después de afrontar más de mil batallas: las del trabajo, las de la solidaridad, las de la justicia social, las de la salud (la propia y sobre todo la ajena), las posibles y las imposibles, también las de la amistad; su cuerpo dijo basta, hasta aquí, ya no puedo más, aunque él quería más, siempre quiso más, pues era incansable. Su corazón ha dejado de latir, su mente de pensar y sus manos de actuar. Sin embargo, su alma sigue viva y nos embarga pensar que ya no volveremos a verle. Se nos aparecerá en fotografías, en sueños, en conversaciones, en escritos suyos, en anécdotas, en recuerdos, en los momentos más inesperados... y despertará en nosotros una sonrisa nostálgica. Tu vida sí ha merecido la pena, doy fe, amigo.
https://youtu.be/r5DRCljKxcU?si=6SqHco_-IOBGwNkM
