viernes, 11 de noviembre de 2011

Remando.


Preferíamos navegar en soledad con nuestro barco "Luz del mar". En brazos del viento, cuando soplaba inflando velas, volábamos en dirección cualquiera, nada nos importaba, ni el rumbo ni el destino. Tampoco sufríamos al quedarnos varados en momentos de calma, aprovechábamos para leer, buscar la reflexión del lenguaje escrito y meditar. Disfrutábamos también dentro de una corriente, esperando acontecimientos, dejándonos llevar mientras contemplábamos el monótono paisaje gris claroscuro, en días cubiertos, y azul marino los despejados, escoltados por faros dormidos en la línea de costa

Ahora hemos decidido compartir con otros marinos, en este caso marinas, nuestras singladuras y nuestro destino. Enrolados en una trainera femenina dispuestos a aunar esfuerzos y compartir ilusiones, a captar la sensibilidad y el entusiasmo de las mujeres de la mar que nos han acogido con agrado, esperamos no defraudarlas.

Entrenamos todas las mañanas de domingo, a primera hora, cuando la mar anda todavía desperezándose y nuestros brazos comienzan a coger tono. Dirige la embarcación Mar, marcando el ritmo con su voz dulce y acompasada, la mirada atenta al horizonte, sincronizando nuestros movimientos batientes, acariciando con los palos el agua, avanzando con suavidad y determinación, arando el mar con estelas blancas.

Recorremos seis millas de ida y seis de vuelta, regresamos a puerto cansados pero felices por las sensaciones vividas y compartidas en silencio, cabalgando sobre el mar, a veces picado, y curtidos por la brisa salada que refresca nuestro esfuerzo y aclara nuestras dudas.

Hemos aprendido a navegar en compañía, en buena compañía. Nos sentimos queridos y aceptados, sumamos nuestra energía a la de ellas y comprendemos que así, juntos, avanzamos todos más, bastante más. El día que recibamos un golpe de mar y nos arroje por la borda, tendremos a nuestro lado brazos firmes y sensibles prestos a rescatarnos, a rescatarlas.