A punto de dar las doce consiguió
cruzar a la otra orilla, una nueva vida la esperaba. Atrás dejó las sombras de
su pasado pegadas al asfalto. Ahora, pensó, ya no hay vuelta atrás y tendré que
hacer realidad mis sueños. Él, cómplice de su huida hacia adelante, aguardaba
en la puerta de un futuro que se iniciaba. Con el motor en marcha, el depósito
lleno y el maletero vacío comenzaron a sonar las campanas. Se escuchó un
portazo, patinar ruedas aceleradas y el rugido de las revoluciones. Comenzaban,
juntos, la última aventura.