A menudo, la realidad de la
imagen no se corresponde con la de los hechos, pero sirve como representación
de ellos. Tampoco importa tanto lo que realmente ocurra como lo que la gente
piense que ha ocurrido. Así suele ser, aunque parezca que no lo es. Y es que la
realidad y la imaginación son caras de una misma moneda, la que apostamos cada
día en el gran casino de la vida.