Palabras, afiladas como
cuchillos, cortan la respiración y provocan un nudo en la garganta. Dardos, de
tinta envenenados, se clavan en el corazón e inducen el llanto. Afirmaciones,
en el juego de la batalla dialéctica, caen como flechas de fuego incendiando la
noche. Inconscientes palabras, mal interpretadas, hieren el alma. Y causado el
daño y el dolor ya no hay perdón que lo remedie, por lo menos hasta mañana.