Regreso a puerto después de una larga travesía navegando y divagando en mis inquietos mares del norte.
Busco la calma al abrigo de un tranquilo puerto del sur. Atraco en este luminoso muelle de descarga para soltar lastre y liberar mi alma de pesadillas amargas.
Lanzo amarras que me atan a la realidad y doy por finalizada esta última singladura. Atrás quedaron las zozobras y tempestades. Mi voz tan sólo fue un trueno en la tormenta, un trueno apagado en el eco de la bodega de mi barco que ahora regresa a puerto exhausto y con el casco oxidado.