8:00 a. m. paseo con María Marín por su rectilínea calle. Bajo el alumbrado eléctrico encendido contemplo, por encima de las ramas dormidas y desnudas de los árboles de la calle, cómo amanece sobre el parque. Nubes bajas, como de niebla, se mueven dirección a levante sobrevolando los pinos-camas abarrotados de estorninos que calientan motores, despertando con gritos agudos al vecindario, prestos a despegar, y despegan, con destino a los campos que rodean la ciudad. Gentes, todavía casi dormidas, desplazan sus cuerpos rumbo a las obligaciones cotidianas. Cafeterías que sirven aromas mientras leemos las noticias pasadas, las nuevas están todavía por llegar. Corrupción de políticos de todos los colores; la economía tambaleándose, noqueada por los excesos de antaño; balón de oro que brilla y adorna la cruda realidad. Mentiras y verdades que se confunden en los editoriales, como si habitáramos mundos tan distintos en el mismo país. Blanco y negro, cara y cruz de una época y de sus contemporáneos que avanzan, veloces e imparables, hacía el abismo del futuro, intentando sobrevivir en la miseria o morir en la riqueza.